Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

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Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

Boda en La Capellanía de Aldea Santillana

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Hoy le cedemos a la propia Bea la palabra y que sea ella de primera mano quién cuente como vivió su boda en la Capellanía de Aldea Santillana. Sólo podemos añadir un fuerte abrazo ellos y su familia de todo el equipo, porque de veras ha sido un placer conoceros chicos.

Todo llega y todo pasa y al final lo que siempre deja poso en nuestra vida son las emociones, los recuerdos y nuestras propias vivencias. Dicen que el día de tu boda pasa volando, en un instante, como un rayo. Por eso nosotros decidimos empezar a disfrutarla mucho antes; desde el mismo instante en el que la romántica ciudad de Roma fue testigo de nuestro compromiso eterno. Los preparativos fueron la antesala de un sueño hecho realidad; vivimos catorce meses cargados de ilusión, de proyectos, de compartir emociones, de elaborar nuestros propios detalles para crear una boda única, muy nuestra, huyendo de fríos protocolos y de la tumultuosa ciudad. Sentíamos la necesidad de encontrar un espacio abierto, lleno de naturaleza y que transmitiera la libertad que sentíamos y queríamos transmitir. Todo ello tomó forma en Aldea Santillana, un entorno privilegiado en plena sierra de Madrid y que dio alas a todo lo que habíamos soñado para nuestro gran día, no solo por su belleza, armonía y exclusividad, sino por la calidad humana y profesional de todo el que allí trabaja. Juntos hicimos realidad un auténtico cuento de hadas. Los nervios apenas traicionaron y, como en una eclosión de felicidad absoluta, disfrutamos al máximo cada segundo. Como novia me siento tremendamente afortunada por todo lo que vivimos aquel día. Me quedo con muchos momentos emotivos e irrepetibles; Los minutos previos, arreglándome con mi vestido, diseñado por una conocida firma española, pero casi irreconocible por todos los cambios que le diseñé, acordes con mi personalidad, sin ramo y sin velo; solo yo, radiante de felicidad. La presencia amorosa y serena de mi madre y el orgullo y la ternura en los ojos de mi padre. El galope de nuestra carroza de caballos acompasó los primeros acordes de aquel día radiante, justo antes de contemplar la cara de -ahora mi esposo- al verme llegar. Su luz me iluminó durante todo el día, bajo la calurosa compañía de todos nuestros invitados, que fueron sin duda los que hicieron que aquel día fuera realmente mágico. Cada abrazo, cada guiño, sonrisa o mirada nos hizo estremecer de felicidad. Recuerdo con especial emoción la energía de nuestras palomas blancas volando hasta lo más alto haciendo llegar a nuestros seres queridos ausentes – allá donde estuvieran- aquellos sentimientos de amor, paz y unión como nunca antes los habíamos sentido. Los patucos bañados en plata recordando a mi abuela, obsequio de mi madre… Y nuestro “sí deseo” tras ocho años compartiendo nuestra vida. Born to Run de Bruce Springsteen fue la primera canción que escuchamos como marido y mujer, mientras brillábamos de júbilo entre pétalos y aplausos. El embalse del Atazar y el atardecer fueron testigos de un delicioso coctel, preámbulo de una cena entrañable y una fiesta que se prolongó hasta los primeros rayos del amanecer. Revivo con nitidez, como si hubiera sido ayer, nuestra entrada al salón, la música de fondo cuidadosamente seleccionada, el jolgorio durante nuestro corte de tarta o la ilusión de mi hermana tras recibir el delicioso ramo de chuches. El tan ensayado primer baile, la expectación de nuestra gente viendo su pequeño homenaje realizado con fotos, las sandalias que compramos en la India el verano anterior, ofreciendo descanso a los pies de nuestras invitadas tras horas de baile, la altísima fuente de chocolate haciendo las delicias de los niños… y los no tan niños. Pero sin duda lo más especial de todo fue la compañía, el apoyo, la presencia y la ilusión de nuestros invitados. Nuestras familias unidas, amigos volcados y todos juntos celebrando nuestro amor. No encontramos nada que fuera capaz de transmitir la gratitud que sentimos hacía todos ellos por ser testigos y compartir aquellos momentos de infinita dicha, por lo que decidimos hacerla extensible a aquellos que más lo necesitan. Optamos por la iniciativa de Intermón Oxfam “Algo más que un regalo” en la que colaboramos con proyectos de desarrollo humanitario y, a la vez, hicimos a nuestros invitados partícipes de ello. Los recuerdos del día de nuestra boda los llevaremos grabados a fuego en el corazón toda nuestra vida, pero gracias al trabajo exquisito de AiS Fotógrafos y de Parpadeo Video la mayoría de ellos han quedado inmortalizados en imágenes. Les estaremos eternamente agradecidos por ser capaces de capturar cada instante, cada gesto y cada emoción con sensibilidad, dedicación y profesionalidad. Culminamos este paso en nuestras vidas con una increíble Luna de Miel, recorriendo a nuestro aire el oeste de Estados Unidos en coche, relajándonos en las playas de la Polinesia Francesa y con Nueva York como broche a la experiencia más intensa, feliz y emotiva de nuestras vidas.

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